domingo, 27 de abril de 2008

Rosas de elegía

I

Hoy te miré pasar, con la arrogante
aristocracia audaz de tu desvío,
cual si quisieras, en el pecho mío,
tronar más cruel la llaga torturante.

Yo, sin querer, soñé con el distante
amor feliz que se murió de frío
y en el dolor de mi jardín sombrío
se abrió la flor de otra ilusión amante.

Sentí otra vez tu cuerpo perfumado
junto a mi pobre cuerpo abandonado
latir ardiente, como en otros días...

Busqué tus manos y busqué tu frente,
¡y hallé tan sólo, dolorosamente,
la soledad de las tristezas mías!

II

Ya no podré, bajo la tarde quieta,
cuando suspira el céfiro en las flores,
decirte la canción de mis amores,
ni la emoción de mi pasión secreta.

Ya no me quieres, y la cruel saeta
del destino, mató mis ruiseñores:
sólo me quedan, junto a mis dolores,
mis quiméricas ansias de poeta.

Yo bien quisiera doblegar la frente,
romper la lira y acallar la ardiente
queja inmortal que mi dolor exhala;

pedir perdón, con humildad de niño
y así esconderme bajo tu cariño,
como si fuera tu cariño un ala.

III

Mi corazón, que se embriagara un día
de pasión y de luz, hoy pena y llora,
sin que alumbre una estrella bienechora
la noche funeral de su agonía.

El hada cruel de la Melancolía
clava en mí su guadaña punzadora:
no tengo una ilusión consoladora,
ni un ensueño feliz, ni una alegría...

Y tú lo sabes, porque tú me has visto
llevar a cuestas, cual un nuevo Cristo,
la negra cruz de mi esperanza trunca.

Mas hoy que a tu placer mi duelo asomo,
tú me desprecias y te burlas, como
si no me hubieras conocido nunca.

IV

¿No te conmueve mi pesar sombrío?
¿Nada te dice mi fatal quebranto?
Tu corazón, que me quisiera tanto,
¿por qué hoy me mira indiferente y frío?

La noche tenebrosa del Hastío
cubre mi vida de mortal espanto
y aunque canto mis sueños en mi canto,
no tengo un sueño a quien llamarle mío.

La daga cruel de tu desdén me hiere
y hasta en mi pecho, en que la dicha muere,
la negra copa del dolor vacías...

¡En vano esperarán mis ilusiones
tus misereres y tus oraciones
sobre la pena de sus agonías!

Nicolas Guillen

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